Karen no era una mujer de escritorio; era una creadora de revoluciones, y se le notaba; no era, o lo era a pesar suyo, una administradora. Tenia que terminar por estallar aquella tensión de tigre enjaulado que se advertía bajo bajo su calma aparente, contenida, en las palabras y en los gestos. -E.H. Galeano.
Karen no era una mujer de escritorio; era una creadora de revoluciones, y se le notaba; no era, o lo era a pesar suyo, una administradora. Tenia que terminar por estallar aquella tensión de tigre enjaulado que se advertía bajo bajo su calma aparente, contenida, en las palabras y en los gestos. -E.H. Galeano.
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